Nos encontramos en nuestra consulta y nos avisan de admisión para valorar urgentemente a una paciente en su domicilio. No es una paciente de nuestro cupo pero hoy estamos de centro.
Al llegar nos encontramos a Manuela, una mujer de 92 años de edad, en su dormitorio. No respira y no tiene pulso. Son casi las 10 de la mañana y su hija nos cuenta que esta mañana al despertarla ya no respondía. La noche anterior fue la última vez que habló con ella y le ha extrañado que no se levantara a orinar de madrugada. Antes de realizar cualquier medida, le preguntamos rápidamente sus antecedentes.
Nos comenta que Manuela tiene una vida encamada desde hace varios meses debido a una enfermedad de Alzheimer avanzada. Hace 5 días que ha empezado un cuadro clínico de tos, movilización se secreciones y febrícula de 37.5ºC y que tratan con antitérmicos pero no ha sido valorada por su médico todavía.
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